jueves, 14 de julio de 2011

Reflexiones Finales

Estamos a menos de 15 días de afrontar un nuevo rumbo en la historia nuestro Perú, han pasado más de un mes que se celebró los últimos comicios electorales y sobre el tapete han quedado pendientes muchas cosas por ordenar o reordenar. Si la voluntad me ordena a tomar cartas sobre el asunto, esta publicación dejaría de ser un simple post y terminaría siendo un ensayo; pero la razón me aconseja que solo aborde unos cuantos detalles para seguir teniendo más razones a futuro para seguir alimentando este blog.

En estos últimos meses tres palabras quedaron flotando en mi mente rodeadas de signos de interrogación, palabras las cuales plantearé mi humilde punto de vista y ustedes sacaran sabias conclusiones.

Empezaremos con la “Tolerancia”. Sí, somos un país lleno de intolerantes. La campaña mediática de las últimas elecciones dejó bien en claro que tan intolerantes somos. Si uno opinaba a favor de un candidato le caían piedras y escupitajos, y si se pronunciaba a favor del otro también le caían piedras y escupitajos; imagínense si se manifestaban en contra de uno de ellos. Somos un país con diversidades geográficas, antropológicas, sociales, económicas, culturales, raciales, corrientes intelectuales, religiosas, idiomáticas, hasta nuestra forma de hablar es diversa; o acaso alguien sabe, ¿Cuál es el dejo oficial del peruano? Somos por naturaleza diversos. Y a pesar de ello, no podemos tolerar al que piensa distinto de nosotros, al que viste distinto, el que habla diferente, al que vive en lugar distinto al nuestro, etc. Se puede concluir que somos un país sin identidad. Porque parte de nuestra identidad como peruanos es aceptar y valorar nuestra diversidad, no marginándola. Y a partir de esto saber convivir con ello. Uno de los temas de debate que marcaron hito en estas campañas electorales fue la inclusión, es decir trabajar proyectos con mayor participación de la población, que todos los peruanos seamos parte del crecimiento económico. Pero si desde ahora no somos capaces de sabernos tolerar, muy difícil será en el futuro que una política social inclusiva tenga éxito. A modo que acortemos nuestras diferencias, seremos un país más tolerante, y consecuentemente podremos desaparecer de la memoria esa triste frase que dice: “El peor enemigo del peruano, es otro peruano”. Es una frase triste, pero cierto y quizá por ello no tan célebre.

Convicción es otra palabra que esquiva los signos de interrogación en mi memoria. Según la Real Academia Española, convicción es Idea religiosa, ética o política a la que se está fuertemente adherido. El concepto es tan claro como cristalino. Quizá para mí y algún otro atrevido que comparta la misma idea, en mente de nuestros políticos no existe este vocablo. Me remito a los hechos concretos, el señor Toledo fustigó a su adversario Humala en el último debate, sin embargo para la segunda vuelta apoyó su campaña, me pregunto ¿Dónde está la convicción del Sr. Toledo? Por su parte el presidente electo Humala utilizó tres o cuatro planes de gobiernos para ganar las elecciones, contradiciéndose entre ellos, “ofreciendo” al pueblo cosas diferentes en cada plan, entonces a quién quiso engañar el señor Humala, a los que creyeron en él en primera vuelta o a los que tuvieron que votar por él en segunda. ¿Y el pueblo peruano, qué? Su voto en segunda vuelta fue una clara muestra de rechazo al contrincante, los que votaron por Fujimori fue porque no quieren a Humala y viceversa; a las finales fue un triunfo del anti fujimorismo más que un triunfo de Humala. Lo lógico sería haber votado por aquel que presentara mejor plan de trabajo, es decir, haciendo uso de la conciencia y la razón; no por quien no me gusta que es hacer caso a los estados emocionales de la sinrazón de los votantes y la pasión. ¿Dónde está la convicción? Aunque en un país con bajo desarrollo educativo y cultural seria pedirle peras al olmo para que los peruanos tengamos convicción.

También está la palabra cultura. Sí señores la gran ausente de las campañas electorales y la novia olvidada del estado. Las diversas manifestaciones culturales del Perú siguen quedando relegadas. Ningún candidato a la Presidencia de la República dio manifiesto a favor de la cultura, nadie dijo como reforzar las escuelas de bellas artes, o generar un ley en favor de la creación universidades y/o escuelas superiores descentralizadas dedicadas al estudio y promoción de las artes plásticas, escénicas, audiovisuales, etc.; más aun cuando el mercado laboral presenta una sobreoferta profesional, nadie se acordó que las manifestaciones culturales pueden ser una solución alternativa que alivie la sobreoferta de mano de obra en el país, y que en el Perú se pueda vivir de la cultura. Nadie habló absolutamente nada sobre elaborar o mejorar el proyecto de ley de mecenazgo donde las grandes empresas puedan canalizar el Impuesto a la Renta en pro del arte y la cultura. Un país sin cultura es un país sin identidad, y no podemos dejarnos sosegar por un Estado que solo nos limita a valorar el legado histórico de nuestros antepasados como valor cultural, cuando Machu Picchu tan solo es la punta del iceberg en cuanto a cultura se refiere en nuestro país. El presupuesto en cultura que el Estado destina tan solo sirve para sostener la burocracia que involucra los distintos organismos públicos que promueven las distintas manifestaciones artísticas y culturales, y nadie planteó soluciones viables para revertir esta triste realidad.

La siguiente no es una palabra, es un bonus track. Son dos vocablos que conforman una frase que representan un estrato social: Clase Media. Todos los candidatos han presentados un sin número de mecanismos y programas para que el sistema económico sea más inclusivo y aliviar la extrema pobreza que hay en el Perú; las intensiones son muy viables, loables y necesarias. Pero qué hay de la clase media. Los políticos mucho ocupan sus palabras en hacer del Perú el destino de las grandes inversiones y de los programas sociales que alivien la extrema indigencia. Como siempre bipolares, los de la clase alta y los de la clase baja. ¿Y la clase media? ¿Qué? La inmensa mayoría. Qué hay para el que hace 20 años inicio con un restaurante de paredes de esteras, y que hoy ha logrado escalar con mucho esfuerzo y sacrificio un importante hito en el ámbito gastronómico del país y ahora tiene un local construido de material noble. Y como estos muchísimos peruanos que con mucho esfuerzo y sacrificio han podido salir adelante en los diversos sectores productivos de nuestra economía, y que el estado siempre los hostiga con políticas tributarias que se traducen en un aumento de la carga tributaria. El 90% del conglomerado empresarial de nuestro país está compuesto por Pymes, y de este 90% la inmensa mayoría son empresas informales. No está de más decir que la clase media se ubica dentro de este 90% como propietarios de pequeños negocios. De todos los candidatos tan solo uno con nombre y apellido –Pedro Pablo Kuczynski- que habló en su plan de trabajo de reducir esta carga tributaria en pro de la formalización de las Pymes. La ecuación es tan simple como que dos más dos es cuatro. Una menor carga tributaria promocionará consigo que todas las Pymes se formalicen, a mayor número de empresas formalizadas, mayor será la recaudación tributaria y los trabajadores podrán gozar de mayores y mejores beneficios sociales. Una política empresarial que beneficia a muchos peruanos, en particular a la inmensa clase media, y que en el largo plazo también permitirá ofrecer mejores condiciones de vida a las clases sociales marginales.

De hecho que los últimos comicios electorales han dejado muchísimas lecciones que cada uno habrá ido rescatando, pero ojalá que estas lecciones sirvan para que en las próximas elecciones se defienda el voto a conciencia, que haya más tolerancia en todos los medios, que los políticos se aferren a sus convicciones -qué utópico- y no tengamos que llegar a luchar en escenarios que atenten contra la democracia y el orden público. Para terminar un mensaje final para las próximas elecciones –esperemos que sean en los próximos cinco años- velemos y salvaguardemos el orden económico, que a nuestro país le ha costado muchos años encontrar una estabilidad monetaria, financiera y fiscal, porque a partir de este orden económico podremos construir un orden social, que a su vez garantizará la libertad que es la fuerza que constituye nuestra democracia; y que no sea prioritario la libertad por encima del orden económico. Yo les digo que de la libertad de opinión solo comen unos pocos, pero del orden económico come todo el país. Que Dios nos bendiga.

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